Todos los argentinos comprendemos que no estamos en estos momentos viviendo las circunstancias de una campaña electoral común; cada uno de nosotros sabe que no se trata solamente de consagrar una fórmula; todos sabemos que de lo que en realidad se trata es de saber si los argentinos podemos realmente superar esta etapa de decadencia, superar esta inmoralidad que se ha enseñoreado en nuestra sociedad y transitar juntos un largo camino de paz y prosperidad.
Crisis moral por encima de todo, que hay que superar, y en consecuencia obliga a utilizar también la prédica y el discurso honrado de la autenticidad y de la verdad, que es la prédica y el discurso de la democracia. No se escuchará en las tribunas de la UCR ni una sola frase que pueda estar reñida con la voluntad indeclinable y definitiva de lograr la democracia levantando banderas de unión nacional entre todos los argentinos.
Estamos ante un pueblo que quiere cumplir con su deber y el problema es que la realidad argentina es tan compleja que a veces no atina a comprender cuál es su deber. Esto está señalando una responsabilidad mayúscula de los partidos políticos y de los hombres políticos sin excepción. Tenemos que procurar orientar al pueblo, decir la verdad de lo que pasa, encontrar la manera de ayudar a que haya un comportamiento nacional, para que por encima de las divergencias ideológicas encontremos hoy la respuesta común capaz de dar soluciones en serio a los afligentes problemas de nuestro pueblo y a los durísimos problemas que debe enfrentar la nación argentina en su conjunto.
De ahí la necesidad fundamental de actuar con sinceridad, dejando para minorías absurdas el uso de la diatriba, de la calumnia, de la insinceridad y de la manipulación. El pueblo argentino está maduro para comprender esta necesidad fundamental; solamente parece haber algunos que no han entendido lo que significa la democracia, que no es una competencia bárbara por el voto del pueblo, sino una forma de vida, una filosofía, que nos debe obligar a trabajar por la dignidad del hombre, al que hay que darle libertad y justicia social.
Y cuando se pone en marcha un pueblo para ir a la democracia, están claras las reglas del juego: los candidatos se someten a elecciones y a veces ganan y a veces pierden.
La UCR, a lo largo de su historia, se ha sometido muchas veces a elecciones. Ha ganado y ha perdido; pero cuando ha perdido no se ha sentido jamás derrotada, porque aceptó el lugar que le señalaba el pueblo para servir a la Nación desde el llano.
Que en la Argentina nadie hable entonces de derrotar, y que todos comprendan, y particularmente los hombres de otro partido mayoritario de la Argentina, que a veces se gana y a veces se pierde y que en esta hora difícil de la Argentina, aquel a quien le toque perder tiene que procurar servir al pueblo desde el llano.
En definitiva, será, va a ser el gobierno de las mayorías argentinas. En definitiva, vamos a construir entre todos el país que nos merecemos por nuestra geografía y por nuestro pueblo. Yo vengo a explicarles esta noche qué es lo que va a hacer la UCR, desde el Gobierno, para superar esta tremenda crisis que padecemos: lo primero, el Estado de derecho, el imperio de la ley emanada de la voluntad general, para que todos los hombres sepan inclinarse ante otro hombre. División de poderes, para que quien recurra a la Justicia encuentre en ella lo que corresponde: seguridad para todos en el juego grande de las instituciones de la República, pero también democracia cotidiana, la de todos los días, para que el más humilde de los hombres, o de las mujeres, se sienta ciudadano en su patria, seguro de sus derechos, responsable de su libertad, y no tenga jamás que ir a hocicar ante el mostrador de ningún burócrata cuando deba realizar un trámite.
Dejará, la Argentina, de andar a contramarcha de la Historia; debe defenderse del flagelo de la subversión terrorista o golpista porque nadie más intenta un golpe gratis en la Argentina. Lo hará en el marco de la ley y en la respuesta cabal a principios de la democracia y en el respeto que corresponde a los derechos humanos, sin baños de sangre ni desaparecidos. Seguridad para todos, para que la democracia se entienda como la necesidad de servir al hombre en su dignidad. Y terminemos de una vez para siempre en la Argentina con este flagelo que de alguna manera pesa sobre nuestras espaldas, sobre todas, porque no siempre hemos levantado nuestra voz como corresponde para terminar con él. Yo les aseguro a ustedes que uno de los primeros mensajes que enviaré al Congreso de la Nación será un proyecto de ley modificando el Código Penal, para establecer la misma pena al torturador que al homicida, pero acabaremos con la tortura en la Argentina.
No hay país civilizado en el mundo, cualquiera que sea el sistema o el régimen de gobierno, donde no se respete este principio esencial, de modo que lo vamos a cumplimentar prolijamente.
Se acabarán los comandantes en Jefe de cualquiera de las armas. La jerarquía militar terminará en el cargo de jefe de Estado Mayor, y habrá un solo comandante en Jefe de las tres Fuerzas Armadas, el que establece la Constitución Nacional: el presidente de la Nación Argentina. Lo digo sin consideración peyorativa alguna y sin vanidad, ni jactancia, sino por el contrario, con la humildad de quien en definitiva va a ser un servidor de la Nación, obligado por ello a cumplir con los preceptos constitucionales. Como lo manda la Constitución, vamos a mandar a las Fuerzas Armadas argentinas. Hay una cuesta muy dura que repechar, hay una cuesta dura… Hay un esfuerzo tremendo que realizar entre todos. Queremos superar todos los antagonismos, no solo entre la civilidad, necesitamos también superar los antagonismos entre la civilidad y las Fuerzas Armadas.
Pero necesitamos Fuerzas Armadas de la Nación, de la Constitución y de la democracia, y no señores feudales que porque tengan algunos galones se crean amos de un pueblo de súbditos. No vamos a aceptar la autoamnistía, vamos a declarar su nulidad; pero tampoco vamos a ir hacia atrás, mirando con sentido de venganza; no construiremos el futuro del país de esta manera. Pero tampoco sobre la base de una claudicación moral que sin duda existiría si actuáramos como si nada hubiera pasado en la Argentina.
Cada uno de los argentinos comprende y sabe, y lo comprendemos y sabemos nosotros, y lo hemos reiterado y lo decimos una vez más, porque nuestras palabras se han interpretado capciosamente, falazmente, diciéndose que pretendíamos dividir a las Fuerzas Armadas. ¡No! Lo que queremos es que algunos pocos no se cubran la retirada con el miedo. Aquí hay distintas responsabilidades; hay una responsabilidad de quienes tomaron la decisión de actuar como se hizo; hay una responsabilidad distinta de quienes en definitiva cometieron excesos en la represión, y hay otra distinta también de quienes no hicieron otra cosa que, en un marco de extrema confusión, cumplir órdenes. Esto, cualquier juez de la República, cualquier ciudadano argentino sabe que señala discrepancias y distinciones fundamentales en cuanto a los grados de responsabilidad, y de esta manera es como vamos a salir adelante, no con leyes de autoamnistía que igualan en el delito a todos y que hacen que el que tenga mayor culpa se iguale con el que no tenga ninguna.
Desde luego que, cuando hablo de democracia, no quiero sostener que los dirigentes sindicales no deben tener opinión política, todo lo contrario.
Pero sí recuerdo que la Multipartidaria, que nació para apuntalar la democracia argentina, estableció claramente el compromiso de los cinco partidos políticos: trabajar por un sindicalismo independiente del Estado, de la empresa y de los partidos políticos. Lo que quiero señalar es que la pobreza, la miseria o la enfermedad no se detienen frente del hogar de un obrero para preguntar si es socialista, peronista o radical, sino que entran nomás, y no puede haber hijos ni entenados entonces. Lo que quiero decir es que el Ministerio de Trabajo de la Nación no puede convertirse en un comité fraudulento al servicio de las líneas autoritarias del sindicalismo argentino y las comisiones normalizadoras que él designa.
Cada uno tiene que tener el derecho cabal de participar como corresponde en la organización que más lo va a defender toda su vida activa, que es el sindicato; sin miedos y sin prepotencia ninguna.
Y sobre este logro de todos, la recuperación del Estado de derecho, el primer objetivo que hemos definido en nuestra plataforma, y en el capítulo correspondiente a Economía –no a Bienestar Social, no nos confundamos–, es combatir la pobreza extrema y la miseria. Ustedes saben lo que nos pasa: aquí se ha destruido el aparato productivo de la Nación. Y esto significa un millón y medio de desocupados, semiocupados, subocupados o trabajadores por cuenta propia, que trabajan un día sí y otro no, y han perdido la protección de la seguridad social.
Ese millón y medio de desocupados no es “una cifra” para ninguno de nosotros; es dolor y angustia de compatriotas, es enfermedad de la pobreza que reaparece con fuerza, es mortalidad infantil, es deserción escolar y, sobre todo, es desnutrición grave.
Amigos de Buenos Aires: alrededor de dos millones de compatriotas nuestros están mal alimentados, subalimentados o con desnutrición grave. Más de la mitad de esos compatriotas son niños, que están sometidos a un verdadero genocidio económico, porque jamás en su vida recuperarán el nivel intelectual con el que Dios quiso que nacieran, ya que las lesiones que produce el hambre en el cerebro son absolutamente irreversibles.
Yo, cuando acepté la candidatura a presidente de la Nación por mi partido, hice un solo juramento y lo quiero reiterar aquí, para que cualquiera me lo pueda demandar si no lo cumplo. Juré ante la Convención Nacional del Radicalismo y juro acá: Se va a terminar la desnutrición infantil en la República. Vamos a poner en marcha lo que hemos denominado el Programa Alimentario Nacional, PAN: pan para los argentinos en la tierra del trigo y de la carne, que alguna vez fue llamada el granero del mundo y hoy exhibe centenares de miles de niños, no solamente en las provincias periféricas, que las he recorrido a todas, sino también aquí, a media hora de Plaza de Mayo, en los asentamientos poblacionales nuevos, adonde se fueron aquellos compatriotas que por no poder pagar han debido abandonar sus casas o sus departamentos. Los hospitales están llenos de niños malnutridos. Será prioridad fundamental terminar con ello.
En otros países hay hambre porque no hay alimentos. Aquí hay hambre porque hay inmoralidad; porque hemos sometido al trabajador argentino a la injusticia más irritante que puede sufrir un hombre; y hemos sometido al padre argentino a la humillación más grande que puede sufrir: trabajar los 30 días del mes y no ganar lo necesario para llevar el pan a su mesa los 30 días del mes. ¡Se acabó! Vamos a utilizar todos los resortes de la administración del Estado. Tendrán prioridad fundamental la mujer embarazada y el lactante, los niños menores de edad y los escolares. Vamos a utilizar los centros materno-infantiles, las guarderías, los comedores escolares; vamos a trabajar con los gobiernos de provincia y con las administraciones municipales. Vamos a reclamar el esfuerzo de las organizaciones intermedias y de los sindicatos.
¡Se acaba la inmoralidad del hambre en la República Argentina! Vamos a atacar de entrada la desocupación, que en buena medida es causante fundamental de este desastre social que padecemos. Se nos había querido hacer creer a los argentinos que produciendo una transferencia de ingresos del sector del trabajo al sector del capital se iba a lograr un aumento de la inversión y con ello el crecimiento de la economía. ¡Absurdo! Porque cuando no hay poder de compra en el pueblo, no hay aliciente alguno para la inversión.
Nosotros vamos a actuar exactamente al revés. Vamos a aumentar el poder de compra del pueblo, esto aumentará la demanda efectiva, el aumento de la demanda generará la necesidad de aumentar la producción, y para aumentar la producción habrá que tomar nuevos empleados y así vamos a poner en marcha el aparato productivo de la Nación. Pero hay una sola forma de lograr de entrada un aumento en serio del poder de compra del salario real –no del salario nominal, que al día siguiente es absorbido por el aumento de precios–: terminar con el actual sistema financiero. Se acaba la usura oficializada en la Argentina. ¡Se acaba la patria financiera! El Banco Central decidirá las tasas de interés, orientará el crédito, determinará líneas de redescuento y créditos preferenciales, pero se acabó con la usura en el país. Que una de las consecuencias más inmorales de esta política económica absurda e inmoral es que el conjunto de las empresas nacionales paga más en gastos de financiamiento que lo que paga en salarios, incluidas las cargas sociales.
La inmoralidad, entonces, es tener que pagar más en intereses que en el sudor del trabajo argentino. Si bajamos de manera sustancial los intereses, habrá un ahorro para la empresa que podrá trasladarse a los salarios, sin que esto signifique un aumento de los costos, sino al contrario: la posibilidad de que disminuyan, porque al haber más poder de compra va a haber posibilidad de producir más y bajarán los costos unitarios. Es decir, arrancamos de esta forma con un aumento en serio del salario y después debemos protegerlo; hasta ahora habíamos indexado toda la economía, menos el salario; ahora vamos a desindexar la economía y vamos a indexar el salario de los argentinos.
Vamos a invertir absolutamente la tendencia. Vamos a invertir la tendencia, simplemente, por sensibilidad social. Lo decimos porque durante nuestro gobierno lo hemos practicado. En su momento, le preguntamos al trabajador argentino cuánto necesitaba para alimentar a su familia, cuánto para resguardar su salud, cuánto para educar a sus hijos, cuánto, en fin, para una vida digna y decorosa, y eso fue el salario vital, mínimo y móvil, y desde ese salario construimos todo el andamiaje de la economía argentina, porque queríamos una economía al servicio del hombre, y no el hombre al servicio de la economía. Vamos a hacerlo así, y de esta forma vamos a ir protegiéndolo de la inflación, y mes tras mes procuraremos ir aumentando el salario real.
Yo sería un demagogo absurdo, amigos de Buenos Aires, si les dijera que de la noche a la mañana vamos a resolver todos los problemas. ¡No, no es así! Vamos a poder poner de entrada en el bolsillo del trabajador todo lo que desearíamos; no vamos a solucionar todo de la noche a la mañana, pero yo les aseguro: ¡de la noche a la mañana, termina la injusticia, termina la inmoralidad, termina la corrupción! Termina la Argentina del desamparo y vamos a vivir todos en la Argentina honesta que quiere su gente, en la Argentina honrada del trabajo, que vaya sepultando como una pesadilla todo este período trágico del reinado de la especulación en el país. Y vamos a trabajar entonces para que el trabajador argentino tenga una remuneración no monetaria, y esto se llama «mejor asignación de los recursos», esto se llama «mejor asignación de los gastos presupuestarios» –fundamentalmente, los referidos a la educación y a la salud pública.
En la época de Yrigoyen, hace más de 50 años, la Argentina destinaba a educación el 25% de su presupuesto total, y en este tiempo, escúchenlo bien, que no me equivoco, el presupuesto de la educación apenas alcanza al 8%. El presupuesto de salud pública está en el 2,2%, y el presupuesto de las Fuerzas Armadas supera el 30%. Vamos a volver a los presupuestos que tenía la educación, porque si no, estamos prefigurando una Argentina antidemocrática, jerarquizada; porque tengan la seguridad, amigos de Buenos Aires, de que si no encontramos hoy igualdad en los educandos, será imposible encontrar mañana a los ciudadanos de la democracia.
Y durante nuestro gobierno vamos a volver a los presupuestos de educación que existieron. En primer lugar, por una obligación moral, porque la justificación filosófica de la democracia pluralista está dada por los esfuerzos que se realicen para concretar la igualdad de oportunidades, de modo de brindarle al niño que ha nacido en el más pobre de los hogares todas las posibilidades de acceso a los distintos niveles de educación, y de cultura.
Pero no podemos tampoco
esperar al resultado, no podemos esperar a que los cambios de la
política económica comiencen a producir sus consecuencias en el
campo de la desocupación, es absolutamente necesario tomar medidas
puntuales con el propósito de combatirla desde el primer día. Saben
que aquí hay un déficit de viviendas: alrededor de dos millones de
familias argentinas viven en viviendas deficitarias; y de esas
familias, por lo menos un millón viven en viviendas absolutamente
deficitarias.
Este es un grave daño, es un
verdadero flagelo que debemos combatir; y tiene desde luego su
entidad propia, pero también la respuesta que debemos dar tiene un
eco en la coyuntura, un eco secundario pero fundamental: cada 100.000
viviendas económicas que nosotros construyamos, darán trabajo a
300.000 obreros directamente en la obra, o en las industrias que se
ponen en marcha. Y, desde ya, anticipamos que de entrada nomás vamos
a utilizar todos los fondos disponibles del FONAVI con el propósito
de otorgar créditos que estarán vinculados a las posibilidades del
jefe del hogar, las cuotas estarán en el nivel aproximado del 15%
del ingreso del jefe de la familia. Terminaremos con la 1050 en la
Nación. Si ese 15% alcanza para cubrir la cuota de capital e
intereses, perfecto, y si se salda la deuda antes, mejor. Pero si no
alcanza, y a los 25 años del crédito hipotecario continúa
endeudado el trabajador, el Estado saldará la deuda, porque quiero
decir que la sociedad lo ha explotado si no ha podido tener su
vivienda económica a lo largo de toda una vida de trabajo.
Pero debemos asentar estas respuestas a requerimientos claros y categóricos de la justicia social, no sobre la base del voluntarismo. Es necesario edificar esta respuesta en un aumento de la productividad de la economía argentina.
Tenemos una deuda fabulosa que hemos contraído, y somos el único país de la Tierra que ha contraído deuda para destruirse, en lugar de para capitalizarse. Hemos importado manufacturas que producíamos, hemos cerrado las fábricas, hemos hecho cundir la desocupación, y al mismo tiempo nos endeudamos. Hemos permitido que salieran al exterior transferencias de quienes especulaban. Han venido acá capitales golondrina, a cobrar intereses que no se han cobrado nunca en moneda fuerte en ningún país de la Tierra y en ninguna época de la Historia. Por eso, será bueno que en ese tiempo en el que nosotros nos disponemos a iniciar una marcha grande entre todos para recuperar nuestros derechos y libertades, comencemos pegando un grito fuerte capaz de sentirse en todos los rincones de la Tierra, para que todos los pueblos del mundo sepan que aquí en la Argentina nos hemos empinado sobre nuestra responsabilidad, y jamás en el futuro, nunca más permitiremos que nadie nos robe, ni de adentro ni de afuera.
Vamos a pagar la deuda en la medida de nuestras exportaciones, y es por eso que vamos a reclamar la solidaridad de todas las democracias del mundo, para que se comprenda que quienes fueron temerarios durante la dictadura al emprender una política que significó sembrar créditos al voleo y a cualquier interés no podrán exigir a la democracia, frente a la necesidad de aumentar su crecimiento de la economía, frente a la necesidad de dar satisfacción a requerimientos elementales del pueblo; no podrán exigir que se paguen intereses como ahora, en estos contratos de refinanciación de la deuda de Aerolíneas Argentinas de más del 10% de la inflación. Vamos a aumentar la producción, y en todas las actividades. Queremos establecer un compromiso en negro sobre blanco con los productores argentinos, con el propósito de que todo el mundo realice el esfuerzo necesario para que el país arranque.
Necesitamos un aumento
sustancial de la producción industrial y ustedes se preguntarán
cómo, si no vamos a tener la posibilidad del uso de divisas para la
importación de bienes de capital. Es cierto. Pero una de las
consecuencias también de esta política inmoral ha sido que en estos
momentos nosotros tengamos aproximadamente un 50 por ciento de la
maquinaria industrial sin utilizar; 50 por ciento de utilaje ocioso.
¿Y cómo vamos a modificar el sistema financiero? Vamos a ir, con el
gerente de Banco al lado, ante cada cortina metálica que esté baja
para ver cuál es el capital del trabajo necesario y vamos a levantar
decenas por día; y miles de obreros por día trabajarán de nuevo en
la Argentina. Va a haber un correcto sistema arancelario, que va a
proteger al industrial de las ventajas comparativas de otros países.
Vamos a suplir las fallas estructurales de la economía argentina, que a veces producen aumentos de costos sin que medie para nada la negligencia del productor. Vamos a cambiar el sistema tributario de modo de alentar la reinversión, porque dejará de basarse en los consumos populares y buscaremos que fundamentalmente se aplique sobre los consumos suntuarios y las rentas no invertidas. Va a haber reglas de juego claro con sentido de permanencia en el tiempo, para que el capital de riesgo sepa realmente a qué atenerse; y encontraremos entre todos la manera de definir un régimen de promoción industrial que sea accesible a la pequeña y a la mediana industria, fundamentalmente de agroquímicos y de fertilizantes.
Vamos a lograr que la Junta Nacional de Granos y la Junta Nacional de Carnes estén preparadas para intervenir en el Comercio Exterior, no para monopolizarlo, pero sí para que sean testigos en el comercio exterior del productor y para que la Argentina no pierda buenos negocios, como los ha perdido por fanatismo ideológico, porque no se quiso comerciar de gobierno a gobierno. Y ahora, a veces no sabemos cuánto nos pagan en realidad, porque apareció un empresario inteligente que no sabemos con qué se queda en el camino.
En África, en Asia y en América Latina, hay muchos países que quieren negociar de gobierno a gobierno, no solo los socialistas, y tendremos que buscar también la manera de cambiar el tema tributario, de modo de premiar al buen productor y castigar al mal productor. Y en todos los casos, detrás de este esfuerzo del productor industrial y del productor agropecuario estará un sistema financiero distinto, con posibilidades de crédito accesibles a la producción, de acuerdo a la rentabilidad de cada uno, porque queremos al industrial en el torno, trabajando para el país, y al productor agropecuario en el campo y en el surco, elaborando la grandeza de la patria, y no corriendo detrás de los gerentes de Banco para cada vencimiento.
Pero no termina ahí todo. Se hace necesario lograr una política agresiva en el comercio exterior. Estamos ante un mundo que sufre una recesión aguda, un mundo que no ha crecido el año pasado, que seguramente no crezca este año. Cada uno de los países levanta barreras proteccionistas. Todos están sufriendo que este gobierno de ultraderecha de los Estados Unidos haya puesto en marcha una política financiera que en definitiva privilegia las finanzas en detrimento de la producción. De modo que es difícil, y tenemos que lograrlo.
Y para ello, nada mejor que aprender a trabajar en común con nuestros hermanos de América Latina. Nosotros somos discriminados y aun agredidos en nuestro comercio exterior por el Norte, tanto por los Estados Unidos como por el mercado económico europeo. Estamos realmente sufriendo procesos permanentes de deterioro de los términos del intercambio; cada vez nos pagan menos por lo que nos compran, cada vez tenemos que pagarles más lo que nos venden, y ahora, con competidores nuestros en terceros mercados para la colocación de carne vacuna y de granos, en contra de la filosofía que preconizan, con productores subsidiarios.Tenemos que aprender a trabajar, como les decía, en América Latina; tenemos que dejar de ser los soberbios europeos de América Latina y trabajar juntos con nuestros hermanos para defender nuestros intereses como corresponde.
Hay que internalizar el comercio exterior, hay que trabajar además para cumplir el sueño de los libertadores. Es indispensable que nos demos cuenta de que debemos apoyarnos también para los distintos procesos de democratización que debemos llevar adelante; tenemos que terminar con problemas de límites, que son tantos y tan graves. Nosotros con Chile, Chile en cierta forma con Bolivia y en consecuencia de alguna manera con Perú. Perú con Ecuador, Colombia con Venezuela, Venezuela con la Guyana por el Esequibo… No puede ser más, es absurdo, provoca carreras armamentistas que son una verdadera inmoralidad en países que no hemos resuelto todavía los problemas del hambre de nuestros pueblos.
Es un lugar común decir que vamos a recibir a nuestro país en una de las crisis más profundas de su historia. Casi daría la impresión de que son tantos los problemas, que los cursos de acción que hay que seguir para solucionarlos fueran distintos y a veces contradictorios. Hay que dar la respuesta que corresponde a la justicia social y hay que aumentar el poder de compra del pueblo, y esto al mismo tiempo que disminuir una inflación tremenda.
La vamos a recibir en alrededor de un 500 por ciento y nos comprometemos a llevarla en pocos meses a dos dígitos al año.
Pero lo vamos a hacer atendiendo a las medidas estructurales y promoviendo de todas las maneras posibles el aumento de la producción, al mismo tiempo que con una disciplina monetaria y fiscal. Tenemos que aumentar los gastos en educación y en salud, pero no podemos aumentar el déficit, y entonces corresponderá que saquemos esas partidas de otras zonas del Presupuesto. Y, como no podemos aumentar el déficit, vamos a disminuir el presupuesto de las Fuerzas Armadas en el país.
Tengan la seguridad de que a pesar de todo vamos a arrancar, vamos a reclamar la solidaridad de las democracias del mundo, vamos a reclamar la solidaridad con la naciente democracia argentina y estén seguros de que lo lograremos, porque no es cierto que la Argentina esté desprestigiada en el mundo, está desprestigiada la dictadura argentina, pero no el pueblo argentino. Vamos a salir con el esfuerzo de todos, que nadie deje caer sus brazos, que nadie disminuya en un ápice la altura de los objetivos que se ha determinado para el país. Vamos a arrancar, tengan ustedes la seguridad; otros países han atravesado crisis más duras que las nuestras y salieron.
Piensen ustedes en Europa y en la guerra: hoy son nuestros acreedores. Nosotros vamos a arrancar y será con el esfuerzo de todos, con el esfuerzo de la juventud, de la generación intermedia y con los hombres y mujeres de la tercera edad.
A todos les he dicho lo mismo recorriendo la República, y yo les quiero dejar este modesto mensaje de nuevo a los muchachos jóvenes: comprendan que no están solos; serán la vanguardia de una lucha nueva, de una marcha nueva. Se trata de un rumbo distinto, una marcha con una meta nueva. Y casi diría: también con una lealtad nueva. Una lealtad no con el pasado, una lealtad con el futuro que estamos obligados a construir. Un esfuerzo entre todos; yo les he dicho en toda la República que no cometan el error que hemos cometido los mayores.
Los principios acompañan toda la vida a un hombre de bien. Quiéranse a sí mismos. No puede querer a los demás quien no se quiere a sí mismo. Pero quererse a sí mismo significa respetarse a sí mismo, y para respetarse a sí mismo hay que cumplir con su deber. Cumplir con su deber en el hogar, con el grupo familiar, en la escuela, en el trabajo, con sus compañeros, es prepararse para cumplir el deber con la patria, que mañana será el conjunto de los porvenires honrados que ustedes se vayan construyendo con esfuerzo y sacrificio. Es la tarea de todos; es la tarea de los hombres y de las mujeres; de la mujer que tiene esta inteligencia extraordinaria para defender a los suyos y que ahora comprende que la forma de defenderlos es participando en este proceso de democratización, y la vemos rodeando nuestras tribunas como nunca. La mujer que sufre las consecuencias de esta sociedad anticuada y machista que ni siquiera le confiere la posibilidad de compartir la patria potestad de sus hijos. De la mujer argentina que a veces de tan bondadosa le dio el mal consejo al hijo cuando le dijo «no te metás»; es que había miedo en la República, y miedo legítimo. Pero frente a este requerimiento de la Historia, yo estoy seguro de que también de tan bondadosa lo tomará de la mano al hijo e irá a la casa de cualquier partido político para decir sencillamente: «Aquí estamos, para defender la democracia de los argentinos».
Esta es la marcha nueva de los argentinos; hemos revalorizado la democracia. Cada uno ha entendido que la única forma de solucionar nuestros problemas es a través de la recuperación de nuestros derechos y nuestras libertades. Cada uno ha entendido que con la democracia no solo se vota; con la democracia se come, se cura, se educa. Cada uno ha entendido que hubiera bastado un solo diputado levantando su voz en el Congreso de la Nación para que estos «nenes de papá» que manejaron la economía hubieran tenido que desaparecer de la Casa de Gobierno.
Tenemos que ser nosotros los constructores de nuestro propio futuro. Cuando no nos mandoneen más, cuando nadie nos mandonee, ni de arriba ni de abajo; cuando nadie presione sobre nuestros derechos; cuando estemos recién convencidos de nuestra posibilidad de ejercer nuestros derechos y de ser absolutamente responsables de nuestra libertad, allí recién vamos a construir el país que nos merecemos. Tengan la seguridad, será esta la instancia de nuestra marcha, algo nuevo en el país. Superaremos discrepancias. No estamos desafiados fundamentalmente por problemas ideológicos; podemos dejar para más adelante la discusión acerca de los aspectos más sofisticados de la ideología de cada uno. Aquí se trata de poner en marcha políticas de salvación nacional.
Y lo he dicho por todo el país: es tiempo, porque estamos frente a elecciones, de levantar y enarbolar las banderas partidarias. Pero también es tiempo, porque definimos cien años de paz y prosperidad, de dejar un lugar arriba de todas las banderas para que por encima de todas flamee la azul y blanca, hablando del encuentro definitivo de los argentinos.
Los radicales ya estamos en la marcha, y al frente de nuestra columna van: Alem, Yrigoyen, Pueyrredón, Sabattini y Lebensohn, Larralde, Balbín, Illia. Los que estén a nuestra derecha pueden inspirarse, si lo desean, en Sáenz Peña o en Pellegrini; los demócratas progresistas, en Luciano Molina o en Lisandro de la Torre; los socialistas, en Juan B. Justo o Alfredo Palacios; los peronistas, en Perón o en Evita…, pero ¡juntos, los argentinos, para terminar con la dictadura! Es la marcha nueva de los argentinos.
Dentro de poco, nos va a parecer que esto fue una pesadilla, un mal sueño. Vamos a enterrar la etapa de la decadencia argentina, vamos a volver a poner a la Argentina entre los primeros países del mundo, por la riqueza de nuestro pueblo. No va a ser fácil, nos va a costar, pero lo vamos a lograr, y si lo hacemos, amigos de Buenos Aires, que nadie se deje deslumbrar por los resplandores de las glorias del pasado; yo les aseguro a ustedes que si cumplimos con nuestro deber, nuestros nietos nos van a honrar, como nosotros honramos a los hombres que hicieron la Organización Nacional. Vamos a salir de todo esto, y lo vamos a hacer entre todos, porque vamos a cumplir nosotros, nos toca a nosotros, así lo ha querido la Historia, nos toca a nosotros en este instante histórico fundamental, dar la respuesta que signifique ponerle una bisagra a este tiempo argentino. Vamos hacia el nuevo rumbo, con la nueva marcha, con la nueva lealtad, hacia el futuro los argentinos.
Una marcha presidida por un profundo sentido moral, por un profundo sentido patriótico, para concretar nada más y nada menos que los objetivos del Preámbulo de la Constitución Nacional de los Argentinos, que yo les pido a todos que lo vayamos repitiendo como si fuera un compromiso al mismo tiempo que un rezo laico y una oración patriótica que ya empezamos a cantar, porque esto significa que vamos dejando atrás la decadencia argentina.
Estamos en una marcha nueva para constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover al bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino.